No defino la tristeza como emoción, si no como, una vida subordinada al bosquejo que vulgarmente dios nos da a poseer.
Esta concibe en si misma síntomas y reacciones que nos hacen perder el control.
Llorar. Desesperar. Agitar. Y en muchos casos: maldecir.
Odio la tristeza.
Odio la soledad que se deriva de ella.
Su aroma es putrefacta. Su esqueleto es de goma, y por si fuera poco su vida es infinita.
Siento tristeza, si, sentado en este cuarto con luz tenue, recordando todo lo que pude y no logre hacer.
Ayer era diferente, sonreía y aspiraba el humo que ella exhalaba.
Recuerdo cuan toxico fue.
Si la tristeza se perpetua en nuestro bosquejo, en forma de androide; ¿Porqué no volar a su planeta y pedirle que deje de existir?
En ocasiones, el suicidio, suele ser una gran idea.
G.
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