sábado, 7 de febrero de 2009
Pared divisora.
Aquí has dejado un vacío difícil de llenar.
Llevo alrededor de 5760 horas extrañándote y queriendo saber porque te fuiste sin avisar.
He echado tus recuerdos a las llamas.
He visto mis memorias consumirse sobre ladrillos y pedazos de metal.
Me enamore y el mal sabor de boca ha pasado desde mi paladar hasta mi alma.
La pared divisora se ha extendido de un extremo a otro, limitándome al tracklist que ambos fusionamos en una noche de lujuria.
Un arsenal de dolor.
Una prenda desteñida. Una carta. Un lapicero sin tinta. Un tren sin personas.
Has dejado de existir en mis días, más no en mis pensamientos.
El color de mis lágrimas se torna gris y mis oídos solo pertenecen a palabras de un pasado.
Estoy nublado.
Confundido.
Jugando a tomar drogas de diferentes sabores y colores.
Tratando de conseguir una sobredosis de depresión.
Queriendo gritar aun cuando no tengo fuerzas para ello.
Situándome en contextos inapropiados y exuberantes a la normalidad.
Destapando una cerveza, encendiendo tu último retrato fotográfico.
Destruyendo el único porta retratos que considere especial.
Llorando una vez más.
Preguntándome el porqué de tu adiós.
Resbalando en escalones.
Ingiriendo odio mediante palabras obscenas.
Caminando en las calles del infierno.
Rozando mi cuerpo con esta triste y ya maltratada pared divisora.
Buscando dentro de escombros una esperanza.
Algún gesto.
Alguna razón para estar bien.
Estable.
Y quizás no tan aferrado a la no realidad que dejaste en las sabanas que aun no he cambiado.
Queriendo llenar este vacío.
Embotellando emociones.
Y dejándome llevar por la rutina que aumenta al curso de 24 horas.
G.
P.d.: el día que escribí estas palabras no pensé en publicarlas. Tal hecho cambio tras escuchar una canción que me hizo recordar lo miserable que se siente ser abandonado sin ninguna explicación razonable.
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