Y entre tantos planos que apenas empezaban a desarrollarse,
Y que no tardarían en desvanecerse, entre tanto desespero,
Y acompañados de ese jazz que sonó por horas,
Con tu sutil vestido rosa que aún no terminabas de ponerte,
Fueron las sospechas de mi primera desdicha.
Asediaste mi tracción motora a un estado inmoral,
Me hiciste creer en el final feliz de un cuento sin sentido,
Dedicándome tu mirada de lástima,
Con esa falsa idea de que volvería a creer en ti.
Aunque por más desdichado que hubiese estado,
Sólo importo la carente pero infalible manera de volver hacerme sentir como el verdadero patán que jamás suelo ser,
Justo como ellos,
Justo como tú.
Te negaste a salir del unísono desespero de esa llamada con silencio,
y por miles de segundos que se convirtieron en horas (me pregunté)
-¿En dónde estás?-
-¿Por qué no me escuchas?-
Acércate.
Sostén tus manos de lo que puedas,
Permítete llorar,
Aquieta el estallido de esa tormenta que viene por nosotros,
¿En dónde te encuentras?
Despídete del olvido,
Sosiega mis sentidos,
Y déjate llevar más allá de lo que tú misma te crees capaz.
Justo como ayer.
Porque aunque sientas que hay algo más por decir,
Te encontraras con el desinterés que muchas veces me regalaste,
Como ese papel para bocetos que siempre desechabas,
Justo como hoy.
Justo como siempre.
G.
jueves, 8 de abril de 2010
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